jueves, 24 de septiembre de 2009

Esto pasa cuando me pongo el vestido rojo

La intolerancia está presente en mi persona nuevamente, es un sentimiento que se aleja por momentos pero cuando vuelve, cada vez lo hace más fuerte, espero que no llegue el día en que salga armada de insultos a dispararle a todos los boludos con los que me cruce y a todas las minitas que se me crucen por el camino pretendiendo o fingiendo ser. Ponga bombas de papel picado con engrudo y cemento, reparta caramelos que peguen los dientes y filtren las palabras para que no sea fácil decir pelotudeces, lápiz labial que marchite y seque los labios al tiempo que activa las neuronas o lo que sea que nos haga pensar.
Si hay algo que me rompe cada día mas las pelotas es la categoría "diferente", "distinta" y todas sus variantes. Estoy convencida que detrás de ella se esconde la cobardía de quien la pronuncia, la falta de valor para asumirse como sujeto con una normativa no convencional que se refleja en aquellos que tratamos de llevar nuestra vida construyendo, que creemos en la performatividad. Yo no soy distinta a la mayoría de las mujeres, para el caso, soy una mujer que no cree que debe de seguir las reglas culturales impuestas para que la sociedad me de el título de género femenino, no hay un doctorado para la feminidad así como tampoco para la masculinidad. Decirme que soy distinta, es decirme que me comparan, es decirme que tienen en sus cabezas esa construcción de la mujer que tan poco soporto, y lo peor de todo es seguir reproduciendo esa categoría trillada, falsa, hegemónica y dominante. No lo soporto. No lo tolero.
Ya son varias las personas que dicen "las minas como vos dan miedo", ¿qué miedo puedo dar? no voy a comerte, no voy a matarte, no voy a torturarte, no voy a quemarte la cabeza jugando a la intelectual, no te voy a llevar por delante, no soy complicada. A mi me darían más miedo aquellas que la juegan de tranquilas, las catalogadas como "normales", "comunes", las que se compraron el discurso de que para ser mujer de verdad hay que lavar, planchar, laburar, cocinar, mantener al marido contento en el plano sexual todo el tiempo, hay que "atenderlo", preparale la picada para ver el partido y llevarse a los chicos para que no lo molesten, ser profesional pero sin ganar mas que el marido para no herirlo y que esto se refleje en su masculinidad. O no son esas las que pretenden moldear a los sujetos a su gusto, las que revisan los celulares, las que toman como prueba de amor la contraseña del mail!!!!! Esas me dan miedo, y mucho. Se reproducen de forma parasitaria, no las culpo tanto, están legitimadas por el discurso y por la acción de los demás. Nosotras no somos así y ingenuamente me pregunto ¿eso da miedo? Aparentemente todos quieren la libertad de ser como son, de poder hacer lo que sienten y no tener que bancarse la rotura de pelotas de las parejas, pero yo lo dudo, me voy convenciendo que es una mentira. Que tienen pocos huevos de llevar adelante una relación "no convencional" porque a los ojos de la mayoría de los otros mortales no tiene explicación normativa, porque da miedo que la minita con la que andan se pueda plantar a discutir de igual a igual con cualquiera, porque hace cosas que solo los hombres hacen, porque solo decimos basta cuando queremos no cuando debemos. La libertad de elección asusta porque trae la responsabilidad de las consecuencias.
Para todos aquellos que dicen que somos distintas en comparación con el resto, yo solo puedo decirles que en comparación con nosotras, las "distintas", ustedes son cobardes.
En cierta medida para poder resignificarse, tenemos que aceptar la categoría que los otros nos han dado, yo acepto la de distinta, pero no soy la distinta que domina el pensamiento estereotipado. Soy la distinta que se forma a sí misma, y la que le da la connotación más positiva del universo al término. Si quieren que entremos en el juego de las distintas y las comunes, lo hacemos, pero cambiemos el discurso.
Lo que cabe destacar es que es seguro que no hablo solo por mí. Ya con mi amiga C somos dos.

O también podemos pensar el "dan miedo" como excusa. Lo cual no quita lo cobarde.